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Lugar de nacimiento
México
Una autobiografía es solamente la interpretación ficticia que el autor ha hecho de su vida y la mía no es la excepción, lo imaginario, lo onírico y los vestigios que el olvido ha dejado en la memoria constituyen pues el contenido de esta narración. El improbable lector de estas líneas deberá recibirlas con un ojo literario y no histórico.
No estoy convencido de que una narración como la mía deba desenvolverse cronológicamente. Cada vez que regreso a este documento, lo hago con diferentes estados de ánimo, por lo que, – como Michel de Montaigne -, le pido humildemente clemencia al lector. A veces son mis recuerdos y a veces los de otros, Por momentos me apego a la cronología y en otros quiero explicar las cosas con lo que me hubiera gustado que estas fueran.
Nací prematuramente a los 7 meses de mi gestación (como un avant goût de lo que sería mi vida posteriormente) en el hospital de los hermanos Marín, hermanos también de Guadalupe Marín Preciado (esposa de Jorge Cuesta Porte Petit, hermano mayor de mi madre y mejor conocida como Lupe Marín). Dicho hospital se encontraba en la calle de Puebla, en la colonia Roma, en el entonces llamado Distrito Federal. Así, llegué demasiado temprano a mi primera cita sin que ello justifique mis múltiples retrasos el resto de mi vida.
Haber nacido en el hospital de los hermanos Marín, fue un hecho inexplicable, puesto que Guadalupe Marín fue indudablemente portadora de tristeza y drama para mi familia, sin embargo, quiero entender que esa fue una de las cuantiosas circunstancias en las que mi madre tuvo que pasar por encima de sus sentimientos (pero nunca de su dignidad) para resolver problemas que no podían ser resueltos con el escaso dinero del que disponía.
Debo admitir que los hechos inexplicables como el que acabo de narrar son incontables en mi existencia, las circunstancias de mi nacimiento son una de ellas. Mi madre tenía 37 años y su salud no correspondía a la de una mujer de su edad en 1951. Como resultado de diversas enfermedades (calamidades debiese yo decir) su salud era frágil. Habiendo sido “sietemesino” mi vida corría peligro y si a eso se le agrega que pesé 900 gramos y que pasé mis primeros días en una incubadora, resulta un hecho inexplicable mi sobrevivencia (en 1951 no había la tecnología médica actual). Lo que es irrefutable es que le arrebaté a mi madre el poco calcio que le quedaba y después del parto perdió todos sus dientes y su endémico problema dorsal (se verá más adelante) empeoró.