-
Lugar de nacimiento
Francia
-
Lugar de fallecimiento
México
-
Enterrado en
Panteón Francés, México
Era un domingo asoleado como solo un domingo puede serlo, ese 26 de octubre de 1913 justo a mediodía, después de algunas horas de esfuerzo, llegaba al mundo la primera hija de Néstor y Natalia. Tal y como había sucedido con Filomena, esta sería la única mujer descendiente de este singular matrimonio. Natalia heredaba en sus genes, la compasión de su madre, el carácter de su padre y el ancestral dolor de Filomena.
La infancia de Natalia fue “feliz”, es decir, desprovista de preocupaciones. Su padre era en ese entonces un terrateniente y su madre una abnegada ama de casa. Precedida por sus tres hermanos, Jorge, Néstor y Víctor, Natalia era una princesa al centro de la familia. A pesar de los amorosos cuidados de su madre, su vida había de ser regida por la porfiriana autoridad de don Néstor. Cuando aprendió a leer, Don Néstor vigilaba severamente sus lecturas, permitiendo solo lecturas piadosas como Genoveva de Brabante y la Biblia. La curiosa niña tenía que esconderse para leer a Salgari y a “Buffalo Bill”.
Para enfrentar los castigos paternos, Natalia aprendió a incrementar su ya voluminoso trasero con sendas almohadas que amortiguaban la cólera de su padre.
Deportista e inteligente, muy pronto, Natalia se convirtió en una bella adolescente. Su educación habría de polarizarse entre la autoridad de su padre y la ternura de su madre, ambos valores se quedarán engramados en su carácter durante toda su vida. Junto con sus padres y hermanos habría de vivir todas las vicisitudes de la revolución, ese coctel habría de dar como resultado una familia singularmente unida por el amor y la complicidad. La ayuda económica y espiritual habría de caracterizar los lazos familiares siempre, sin embargo, con la excepción de Natalia, el atronador carácter de Don Néstor terminaría por imponerse a la personalidad de sus hijos.